En torno al Bautismo del Señor

Sobre aquellos momentos de la vida de Jesús que van en torno a su bautismo

 

            Podemos hacernos la representación de Jesús en aquella edad. Ved cómo se despide de su Madre y llega confundido entre todos como si fuera un pecador más, pero su Eterno Padre hace que no pase desconocido.

 

            “He ahí el Cordero de Dios…” señala Juan.

 

            Reduzcámoslo a tres momentos:

 

            AL MOMENTO EN QUE SALE DE SU CASA DESPUÉS DE DESPEDIRSE DE SU MADRE.

 

            MOMENTO EN QUE ES BUATIZADO.

 

            CUANDO VA AL DESIERTO A HACER PENITENCIA.

 

 

            Veamos cómo se despide de su Madre. Cierto que hay criaturas que son obstáculo para nuestra perfección, pero ¿lo sería la Virgen para Jesús? Este momento nos lo describen los Evangelios Apócrifos y también los cristianos del siglo I. Deseosos de saber cómo habían sido muchas cosas, se las imaginaban.

 

            Cuando la fama de Juan que estaba predicando en el desierto llegó a Nazaret, el Señor un día muy de mañana le dijo a su Madre: “Madre, sabes que he venido a este mundo para hacer la voluntad de mi Padre Celestial, para redimir lo que había perdido…” Su Madre en nada se opuso porque era Santísima. Es muy propio que le acompañase y saliera a despedirle hasta la salida de Nazaret. “Si viviera nuestro padre, te acompañaría, pero Dios nos pide este sacrificio. Mi Padre celestial velará por Ti”, diría Jesús. “No hijo mío, no te vayas preocupado. Estoy fuerte…” Se abrazaron, se dijeron adiós.

 

Jesús era humano, marcharía con el corazón deshecho, temblando de dolor porque su Madre se quedaba sola. Y podemos imaginarnos a la Stma. Virgen sentada a la vera del camino divisando a lo lejos y a Jesús que se volvía y le decía adiós. Y esto una vez y muchas veces porque era muy sensible el Corazón de Jesús. Dio prueba de ello en el Huerto, Jesús temblando, temblando se alejaría…

 

¿Por qué quiso Jesús dejar a su Madre en estas condiciones para iniciar la Redención? ¿Pero no era su Madre la Madre de Dios, que estaba pronta a cumplir la voluntad de Dios? “Hágase en mi según tu palabra”, dijo al Ángel en la Encarnación… Para que los que como Él nos íbamos a dedicar a la salvación de las almas, aprendiésemos, aunque el corazón sangre a cumplir nuestro deber.

 

 

Nuestra posición en orden a nuestra vocación, debe de ser ésta: “Mi vocación es intocable. Mi camino es intocable.”

 

JESÚS EN EL DESIERTO. Llegó el Salvador al Jordán y con él muchos pecadores para ser bautizados. Hasta soldados iban atraídos por la vida ejemplar, austera y santa de San Juan Bautista y se preguntaban: ¿Dónde está Juan? Al fin llegaron y con ellos, en aquel tropel, mezclado entre ellos, sin ningún género de singularidad, llegó Jesús.

 

¡Qué ganas tenemos de destacarnos, de singularizarnos, de ser los primeros! ¡Jesús en tropel, entre pecadores y no le da vergüenza, como un pecador más…! porque vivir entre pecadores pero no como pecador, ¡Vaya!, pero vivir como pecadores es muy fuerte. Y así fue Jesús. Llegó, oyó, y escuchó como todos y como discípulo de Juan se sentaría.

 

Juan les hablaba de penitencia, de sus pecados porque era como el espíritu de Isaías, e Isaías tenía este lema: “Anunciar a mi pueblo sus pecados y maldades.” De sus robos, e injusticias, de sus grandes pecados, es de lo que hablan siempre los misioneros al pueblo. Juan hablaría un día y varios días y Jesús le escuchaba como uno más. Hasta que un día Juan les dice: “Haced penitencia porque sino todos pereceréis…” Añade: “No, todos no, porque en medio de vosotros está Aquel a quien no conocéis…”

 

A nosotros nos toca no querer excepciones, que si Dios quiere salir por nosotros, ya saldrá. A nosotros nos toca rezar con devoción el “Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores…”

 

Y por si esto fuera poco, sería el Cielo quien se encargara de señalarle más. Comenzaron a desfilar aquellos pecadores y entre aquellas malezas van descendiendo al Jordán. Así uno y otro y cientos, hasta que le toca el turno a Jesús. Juan le conoció con conocimiento sobrenatural. Juan le mira: “Yo no soy digno.” Pero Jesús le dice: “Hazlo, lo quiere Dios.” Y Juan tiene que pasar por una obediencia tan heroica como que Jesús siga pasando por un pecador. Y llega la hora y el Padre habla cuando Jesús calla. “Este es mi Hijo muy amado.” Juan calla. Habla el Cielo pero ante este solo testigo: Juan.

 

Y Jesús sale del Jordán purificado. ¿De qué? Sale cargado de un nuevo mérito para que nadie se avergüence de pasar por pecador. ¡Ay qué singularidades queremos a veces en estas cosas! ¡Qué vanidades! ¡Qué niñerías! Jesús, como todos…, un pecador más.

 

Y JESÚS SE FUE COMO SE FUERON TODOS. Pero se quedó en el monte de la Cuarentena y allí estuvo cuarenta días con cuarenta noches. Y allí ayunó no tomando ni agua siquiera. Oró en la dura tierra y se preparó para el apostolado con aquellos ejercicios de cuarenta días. Así se preparó. ¿Os extraña que la Iglesia nos preceptúe a los que hemos de trabajar en el apostolado los Ejercicios Espirituales y que hagamos oración? Si lo hizo Jesús… Así se preparó para el apostolado.

 

Una circunstancia: Que a pesar de ser Jesús inocente y acabar de hacer penitencia en el Jordán, fue tentado. Haceos a la idea de que cuando tengáis tentaciones delicadas, dolorosas, tentaciones que no habíais tenido en toda la vida, son una prueba de que Dios os destina al apostolado. Si las tenéis a pesar de la oración, de los sacrificios, es prueba de que Dios os destina al apostolado. Jesús tentado por el demonio para ver si le asustaba, y quitaba de aquel camino emprendido.

 

No será extraño que se cumpla eso que os he dicho o que se haya cumplido. Esas tentaciones que quizás en toda vuestra vida habíais tenido, cuando surjan, sabed que llevan como fin, no vuestra ruina, sino hacerlos apartar del camino de la Redención, del camino de ayudar a las almas a salvarse.

 

En uno de los momentos más difíciles de mi vida, cuando empecé a darme cuenta de cosas muy fuertes para mí, la Providencia puso en mis manos un libro que me ofreció un compañero sacerdote sin saber lo que por mí pasaba. ¿Ves este libro?, me dijo. Creo que te conviene leerlo. Lo abrí por cualquier sitio y decía: “Cuando te propongas un fin y el infierno pone obstáculos, es que Dios está contigo.” Solo sabe el Señor para cuánto consuelo me sirvieron estas palabras.

 

A unos tentará el demonio de desesperación y de ira; a otros de soberbia y pereza; ya sabe el demonio lo que hace.

 

La reacción mía entonces, fue tomar la pluma y empezar a escribir el retoque de las Constituciones. Aunque se me caía la pluma de las amarguras de mi corazón, comencé a pasar a limpio unas notas que ya tenía. “Jesús penitente en el Jordán, en el desierto ayunando, ni siquiera a pan y agua, y sin embargo es tentado por el diablo.”

 

Recordad mi consejo de Padre, mi ruego de sacerdote: NO ATRASEIS LA HORA DE DIOS NI UN SEGUNDO, aunque os surjan tentaciones. SEGUID VUESTRO CAMINO, NO OS DEJÉIS ASUSTAR. “Cuando vayas por tu camino y oigas ladrar los perros, no te entretengas en apedrearlos: sigue tu camino.”

 

RESUMEN: El olvido, el oscurecimiento, eso es nuestro por derecho propio. Si en el camino emprendido se interfiere la tentación, no temas, los perros ladran, “ladrones a la vista.” No, los ladrones somos nosotros que vamos a asaltar el campo enemigo para, ¿robar? No, para rescatar lo que a él se había llevado.

 

Por tanto:

 

AMOR A LOS NUESTROS SOBRENATURAL Y ORDENADO.

 

AMOR AL OSCURECIMIENTO.

 

 

NO TORCER EL CAMINO DE LA SALVACIÓN DE LAS ALMAS POR NINGÚN AULLIDO DEL ENEMIGO. SIGAMOS QUE JESÚS ESTÁ CON NOSOTROS.


No cometas estos errores (Enseñanzas de los Magos)

 

"Por la estrella, los Magos fueron a Dios.

No nos apartemos del camino que Dios nos ha trazado para ir a Él.”

 

Tenemos que evitar estos errores:

1.       Creernos autosuficientes, cuando nuestra suficiencia viene de Dios.

2.       No creernos capaz de nada, ni si quiera con la gracia.

“Todo lo puedo en Aquel que me conforta”

 

Los Magos pusieron de su parte su conocimiento natural: de los astros, tradiciones, de la profecía judía…

Se pusieron en camino.

Hicieron todo lo que podían hacer con generosidad.

Tenemos que hacer lo que podamos y todo lo que podamos.

Dios no nos pide más.

Del que pone de su parte lo que puede, Dios se vale para cosas maravillosas.

 

Dios, por su parte, les guio con la estrella que les llenó de alegría, les hizo reconocer a Dios en ese Niño y le adoraron. Después, les inspiró volver por otro camino para finalmente otorgarles la gloria y el honor del martirio.

 

 

Hay que hacer lo que se puede para encontrar el tesoro de la gracia en las cosas pequeñas, en lo de cada día.


Qué podemos aprender los Institutos Seculares de la Sagrada Familia

Aprendamos de Nazaret

 

Fiesta de la Sagrada Familia

 

 

             Efectivamente, todos tenemos que aprender mucho en Nazaret. ¿Qué hay en Nazaret? ¿Qué había en Nazaret hace veinte siglos? Pues sí, desde el punto de vista personal, había la Persona divina con naturaleza humana de Jesús, había la persona sagrada y bendita e Inmaculada de la Santísima Virgen, y había la persona egregia y humilde a la vez de San José.

 

Pero de los tres y de cada uno de estos grandes personajes de la Sagrada Familia ¡Cuánto hay que aprender! ¡Cuánto hay que meditar! ¡Qué ejemplos tan grandes se pueden seguir, se pueden aprender!

 

En primer lugar, está Jesús, Dios hecho Hombre, esto es, pero ¿qué parece? Parece un niño más, parece después un jovencillo más, un hombre más, de modo que, al terminar su vida privada, Jesús –incluso al comenzar la vida pública- es tenido por el “hijo del carpintero” ¡nada más! Ni siquiera tiene nombre propio de carpintero, es el hijo del carpintero. Por tanto, su personalidad está como adherida a la persona de San José. He aquí un primer hecho que profundizándolo nos enseñará muchas cosas.

 

Lo primero que nos enseñará será a ser lo que no parezcamos y a no querer parecer lo que no somos. Somos miembros de un Instituto Secular.

 

Pues Jesús de Nazaret es lo que es. Es Dios hecho Hombre y aparece y desaparece lo divino y aparece solamente lo humano, corriente y normal. La verdad es que Jesús pasaba desapercibido en su divinidad, y solamente se manifestaba en la intimidad de un pueblecito con un niño, hijo del carpintero ¡¡¡Lección para los Institutos Seculares!!!

 

SEAMOS CONSAGRADOS SIN APARIENCIAS

 

            Los Instituto Seculares se tienen que santificar en un medio cristiano, en un medio católico, en favor de atraer para sí, para Cristo, a los que no son católicos, o a los que no son buenos católicos.

 

            Ante Dios son consagrados, son tan consagrados como un religioso de orden contemplativa, ante Dios, pero ante los hombres aparecen como seglares, como personas seglares normales y corrientes. He aquí la primera lección que nos da Jesús. No es la única.

 

SEPAMOS SEGUIR NUESTRA VOCACION

 

            Otra lección que nos da Jesús cuando tiene doce años, es saber seguir la vocación ¡si no se hubiera opuesto ni San José ni la Santísima Virgen! Sin embargo, como dice San Bernardo, en el tema de la vocación no son precisamente los padres los llamados a aconsejar, no son ellos. Será quien corresponda, pero no corresponde a los padres aconsejarnos y guiarnos en el tema de la vocación.

 

            Jesús no se aconsejó de sus padres, por eso les dijo: “¿No sabíais que tenía que estar ocupado en las cosas de mi Padre, de mi Padre Dios, de mi Padre celestial?” Y es lección que debemos sacar, que debemos aprender. Firmes en nuestra vocación; que no nos traicione la vocación una cosa natural, perfectamente natural pero no sobrenatural, que es el afecto a los padres. El afecto a los padres puede turbarnos, puede trastornar las ideas claras que tuviéramos, los principios claros a que hubiéramos llegado. Puede trastornarnos y NO debemos dejarnos trastornar por amor al padre, por amor a la madre, por un amor desmedido y desordenado a los padres, sino que por encima del amor a la carne y a la sangre tiene que estar el amor celestial, el amor espiritual, el amor sobrenatural a Dios Nuestro Señor y a la vocación que Dios nos ha dado.

 

LA GRAN CONSAGRADA,

MODELO DE CONSAGRACION

 

            Pues salta a la vista. Era la gran consagrada, modelo de consagración. El Papa lo hacía observar en el discurso que nos tuvo el 26 de noviembre del año 1970. Nos ponía como modelo a la Santísima Virgen que recibe la llamada de Dios, la vocación. Por medio del Ángel le anuncia a lo que está llamada: a ser, nada más y nada menos, que la Madre del Redentor.

 

Se le ofrece la dificultad porque Ella, en privado, se ha consagrado a Dios, ha ofrendado a Dios la virginidad; le da alguna explicación, -la que cabe en la criatura- el Arcángel y la Santísima Virgen, no porque comprenda cómo es posible a la vez la virginidad intachable y sagrada y la maternidad.

 

No lo comprende, porque es una mera criatura, eso no se puede comprender, sino por eso, sino sencillamente porque para Dios todas las cosas son posibles. Lo acepta y la Virgen dice: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra.” Y “el Verbo se hizo carne.”

 

            Era la vocación de la Virgen. Esta era la vocación de la Virgen: que en su seno se hiciera Carne el Verbo Encarnado, y que fuera la Madre virgen de ese Verbo Encarnado, del Hijo de Dios. Esa era su vocación y para ello dice su “Hágase en mí según tu palabra.” Era la consagrada, era la gran consagrada, y sin embargo ¿quién sabía nada en Nazaret? Nadie supo de aquella entrevista con el Ángel, ni siquiera San José. Nadie de los vecinos y vecinas de la Santísima Virgen sabía lo que había ocurrido entre el Ángel y ella, lo que el ángel le había dicho, ni lo que le había dicho su prima divinamente inspirada y conocedora de lo que había ocurrido por el Espíritu Santo.

 

Tampoco su prima dice nada, ha de quedar en secreto, y la gran consagrada pasa desapercibida como una mujercita más. Lo que fue en Belén, lo que fue en el Templo, cuando subió con Jesús. Claro, Dios quiso que se revelara y que Ana la profetisa y sobre todo que Simeón se diera por enterado de que entraba el Salvador y de que llevaba en sus brazos al Salvador del mundo.

 

Pero, ¿quién más? Nadie. Y en Nazaret nadie en absoluto se enteró de que era la Madre del Mesías, de que era la gran consagrada. Era sencillamente la madre de aquel niño, la madre de aquel joven, la madre de aquel muchacho ya mayor y la esposa del carpintero y ¡nada más! Menos no podía ser. Esposa de un carpintero y madre de un niño, era todo lo que podía ser, una mujer de Israel, esposa y madre de un niño…

 

            Lo menos que podría ser era esposa y madre de un hijo para poder aspirar a lo que aspiraban las mujeres de Israel: a ser antecesoras del Mesías, y sin embargo era la madre del Mesías. Y era la gran consagrada y pasaba totalmente desapercibida. No tenía ningún interés, al contrario sabía que Dios quería que todo pasara desapercibido y todo pasara sencillamente, que nada figurara de lo que era en realidad. ¿No es este también un ejemplo de lo que es, de lo que tiene que ser un alma consagrada a Dios en un Instituto Secular?

 

            La Virgen era la gran consagrada. Tanto no, tanto no van a ser. Son consagradas al igual que lo son las demás personas consagradas por medio de los votos y sin embargo es deseo de la Iglesia que los miembros de Instituto Secular desaparezcan en esa consagración. La consagración va al alma, radica en el alma, es del alma, está en el alma, es del alma a Dios, y eso debe pasar desapercibido.

 

Quiere Dios, quiere la Iglesia que pase desapercibido, la Virgen así lo hizo, pasó desapercibida y era ¡nada más! que la gran consagrada, era la consagrada directa, directamente por el Espíritu Santo. Quedó consagrada por obra del Espíritu Santo… pasa desapercibida. No queráis parecer algo, conformaros con desaparecer y no ser nada, ser una mujer normal, ser una mujer buena, una mujer honesta, una mujer de sanas costumbres, de buen conformar, de buen trato social, de buena comprensión. Y lo más, que pueden sospechar que sois algo por vuestra virtud, pero la virtud ¡que no se disimula! ¡Que no se exhibe! ¡Que no se ostenta!, sino esa virtud que reverbera sin que ella se dé cuenta. Así debe de ser y esta es otra lección que nos enseña Nazaret.

 

LA LECCION DE SAN JOSE

 

            ¿Y qué más nos enseña? Mirando a San José quién diría en San José que a lo humano era descendiente de David, por tanto, que a lo humano era príncipe de la familia real de David, pero también a lo humano no era más que un pobre carpintero, él había renunciado a todo aquello, eso pasaba desapercibido, eso era olvidado completamente y él no era más que un pobre carpintero y sin embargo, delante de Dios, era el que ocupaba el lugar de Dios para cuidar de Jesús, para cuidar del Redentor, para cuidar del Mesías.

 

            Tenía como misión ser custodio de la Virgen, ser custodio de la gran consagrada. Tenía como misión velar por el buen nombre del Niño Jesús, del Hijo de Dios, y hacer las veces de Dios en la tierra ¿qué más podía ser? ¿Qué más podía ser una sola criatura, un hombre normal y corriente? Pasa desapercibido.

 

            ¡Qué lecciones tan enormes! ¡Qué lecciones tan grandes nos da Nazaret para nuestro propio estado de seculares, para vivir en el mundo como seglares, como seculares, aunque delante de Dios seamos consagrados!

 

SEPAMOS PASAR DESAPERCIBIDOS

 

            Sepamos ofrendar esas apariencias, ese pasar desapercibidos, ese que nadie se dé cuenta de lo que somos y estar contentos con ello, para no inutilizarnos, para hacer bien a la causa de Dios, pasar desapercibidos, no poner caras interesantes, no adoptar formas interesantes, sino pasar desapercibidos. Repito, precisamente para no hacer mal la causa de Dios, para no impedir la causa de Dios.

 

            Aprendamos estas lecciones –que muchas más se podían sacar- de Nazaret. Nazaret, lugar de misterios, cita del misterio de la Encarnación, cita donde vivía el Hijo de Dios, donde vivía la predilecta de Dios, la Virgen Santísima, donde vivía el representante de Dios en la tierra. Sin embargo, pasa desapercibido hasta en la misma intimidad familiar.

 

            Que aprendamos a hacer ese sacrificio, que queremos parecer algo, que tenemos interés en ser algo, que queremos que se asome nuestra consagración de alguna manera, que queremos que la tengan en cuenta ¡somos así de orgullosos! ¡Somos así de poco humildes!

 

            Que sepamos ser lo que debemos ser delante de Dios y delante de los hombres, personas intachables ¡eso sí! Porque si no somos personas intachables, que demos ejemplo de humildad, que demos ejemplo de paciencia, ejemplo de abnegación, que demos ejemplo de servicio a los demás, si no somos así delante de los hombres difícilmente seremos delante de Dios consagrados como Él quiere que seamos, consagrados con el sacrificio de la humildad.

 

LA MISION DE LOS INSTITUTOS SECULARES

 

 En esa misma medida en que el mundo se seculariza, se ve como una cosa necesaria que haya Institutos Seculares, que pasando desapercibidos sus miembros, sin que nadie se dé cuenta, sin que nadie comprenda lo que son, pero si comprendiendo que son “algo” por esa vida, por esa vida intachable, por esa vida ejemplar, por esa vida de testimonio, el mundo se sienta movido a seguir y siente en sí la presencia del cristiano en el seno de la familia, en el seno de las profesiones, en el seno de la sociedad, y allí donde quiera que estamos, por nuestras obras nos conocerán, pero que conozcan nuestras obras buenas para que glorifiquen al Padre celestial. Y esto es todo. Esto debe de ser.

 

            Que Dios Nuestro Señor nos ayude a cumplir esta misión, misión gloriosa, misión honorífica delante de Dios y delante de la Iglesia.

 

            Que Dios nos ayude a cumplir esta misión elegantemente, holgadamente, dignamente, santamente, porque si así lo hacemos, si santamente lo hacemos, santificaremos nuestras almas, nos iremos haciendo santos delante de Dios, también en pequeño, en “do menor”, nos dirá Dios nuestro Señor: este es mi hijo, esta es mi hija amada, que tengo en ella las complacencias.

 

 

            Que Dios lo pueda decir por nuestra humildad, por nuestra abnegación, por nuestro testimonio, para que, cargándonos de virtudes, cargándonos de méritos delante de Dios Nuestro Señor, un día el Señor nos llame a vivir, no en Nazaret, sino en el cielo.

 

Venerable Doroteo Hernández Vera


La Santísima Virgen maestra en la escuela  del Amor

IV Domingo de Adviento

Vamos a dividir la meditación en dos puntos, anverso y reverso de la Medalla. Vamos a mirar a la Virgen, y luego a nosotros.

 

Podemos imaginarnos a la Santísima Virgen cuyo símbolo de amor es el corazón y que nos diga también: " Ved aquí el corazón que tanto ha amado a Dios.”        

 

 Y la súplica, que nos conceda "amar a Dios e imitarla.”

 

1º Miremos   a   la   Virgen

    ¿Cómo   amaba   la Virgen a Dios?

 

Podemos fijarnos en cuatro cualidades del amor de la Virgen a Dios:

a) amor de gratitud

b) amor de compasión

c) amor de contemplación, y

d) amor operativo

 

a) Amor de gratitud. Las primeras palabras del Magníficat y en general todo el canto no son más que una manifestación -espontánea   del   amor de gratitud de la Virgen Santísima a Dios nuestro Señor. El Magníficat es como un recuento de los beneficios que la Stma. Virgen había recibido, y en estas condiciones dice: "Mi alma engrandece al Señor y salta de gozo.” ¿Por qué? Porque ha hecho en mí cosas grandes el que es Todopoderoso, porque era pequeña, y el Señor me ha hecho todas estas cosas.

 

 Amor de gratitud ... Repara también en que fue creada en la mente  de Dios desde  el principio;  en que fue formada antes de que fueran creados los montes y los valles; hace recuento de todas las bondades recibidas para terminar con estas palabras  que  están  en el  Oficio  de los Dolores: me ha amado tanto el Señor que languidezco de amor…

 

b) Amor de compasión. No ignoraba la Stma. Virgen que le esperaban pruebas muy fuertes, y sin embargo cuando el ángel le anuncia dice: "He aquí la esclava." En seguida comienzan las tribulaciones, pero se da en Ella que las aguas de las tribulaciones no pudieron extinguir su caridad", y la Stma. Virgen seguía amando, pero donde más se ve el amor de compasión de la Virgen es no solo sufriendo sino teniendo compasión de Jesús que padece; porque ¿qué hace la Virgen en la calle de la Amargura, en el Calvario al pie de la cruz? Compadecer a Jesús, sufrir con Jesús, olvidada de sus sufrimientos. Podían estos haberla hecho egoísta, digo en hipótesis, pero por encima de sus sufrimientos, compadecía los de Jesús y se asociaba al dolor y martirio de Jesús para consolarle.

 

El símbolo del corazón de María está atravesado por una espada y esta es la Pasión del Señor, la espada de Simeón que fue una realidad.

 

¡Amor compasivo! Y en ese amor doloroso, la  fidelidad  de  la  Virgen a Jesús está  en buscarle como si se tratara de un día  de  gloria;  Le  va a buscar, le sale al encuentro, y no lo deja hasta que  le deposita  en el sepulcro.

 

 c) Amor contemplativo. ¡Qué duda cabe que la Stma. Virgen contempló millones de veces  a Jesús, su santa Humanidad! Le tuvo delante el día del Nacimiento y de pequeñito, ¡cuántas veces contemplaría al Divino Niño! Si las madres contemplan a sus hijos, y se embelesan, ¿cómo no  lo iba a contemplar la Stma. Virgen cuando empezara a hacer aquellas cosas de Niño, pero de Niño santo?

 

La contemplación no consiste  en  realidad más que en esto: en fijar el entendimiento  en  una idea, y penetrar lo que hay  de  grandeza,  de hermosura, de santidad; y el  entendimiento  se queda como extático, absorto, como cuando descubrimos una cosa que  nos  admira. Esos desvanecimientos, descoyuntamientos que cuentan los místicos, son defectos, porque la naturaleza, no puede con esas cosas, no está acostumbrada; La Virgen, no los tuvo, ni siquiera en la contemplación dolorosa al pie de la cruz; pero contemplación verdadera, esa contemplación en que ve las grandezas de Dios, las magnificencias, las misericordias, los planes, ¡qué duda cabe!

 

Tenemos destellos en primer lugar en el Magníficat, y en   el   segundo   en aquellas palabras que Ella sola pudo decir: "que conservaba todas las cosas en su corazón.” ¿Qué es esto más que contemplación?

 

d) Pero esta oración no la llevó a una vida extática; tuvo un amor operativo.

 

Si amamos, debemos tener celo, y si no, no es amor. Y Ella tuvo celo por la gloria de Dios, los intereses de Dios; tuvo un amor operativo que la  llevó en primer lugar con respecto de Dios hecho hombre, a servirle de Madre, a hacer con  Él todo  lo que hacen las  madres  y  esto  no .es  otra  cosa   que amor  operativo, amor que  se  traduce   en   obras.

 

Cuando la Virgen era el alimento, cuando seguía a Jesús en su vida pública era amor operativo. Unas veces necesitaría Jesús un vaso de agua; otras, necesitaría que acudiera junto a Él.  La Virgen estuvo siempre donde debía estar con amor operativo.

 

También tuvo amor operativo la Stma. Virgen en las bodas de Caná. En relación con Dios, ya es amor operativo cuando dijo su "fíat" Es una síntesis del amor operativo el identificar la propia voluntad con la voluntad de Dios, y acatar los planes divinos. Y la Virgen con un "fiat" acató los planes de Dios sobre Ella. No quiere negar nada, no quiere tener derecho a nada, más que a ser instrumento de Dios y realizar sus planes.  Y luego a través de su vida acata los planes de Dios con ese amor operativo

 

Y Dios dispone por medio de una criatura que se traslade de Nazaret a Belén, y va, y va también a Egipto. ¿Es preciso que vuelva a Nazaret? Pues vuelve para que se pueda decir del Mesías "nazareno.” Siempre hace aquello que quiere y le comunica el Eterno Padre: unas veces por el ángel otras por el consejo o mandato de su esposo. Amor operativo no solo para Dios y su Divino Hijo, sino para los intereses de Dios.

 

 También tiene amor operativo la Stma. Virgen cuando recoge a los Apóstoles en el Cenáculo primero y después también en la vida apostólica.

 

Todo esto no es otra cosa que una síntesis, de las cuatro clases de amor que caracterizan el amor de la Stma. Virgen, por lo cual podemos constituirla· en Maestra. Ella enseña a amar en todas las circunstancias y momentos de la vida

 

2° Y nosotros,

    ¿Qué debemos aprender de Ella?

 

Ojalá aprendamos el amor contemplativo. ¿Por qué no? Parece que la contemplación se ha hecho para seres ultraterrenos. La contemplación no hay por qué mirarla como cosa rara y extravagante, y el que tenga un momento de contemplación, no tiene por qué creer que está ya en la santidad. Esa contemplación que es posible con la gracia y nuestros esfuerzos, debería ser un ejercicio ordinario de toda persona que trata de santidad. La mística es otra cosa, pero la contemplación ascética, ¿por qué no?

 

Sabed que a eso se puede llegar, que se· puede aspirar humildemente al amor de contemplación sin vanidad, sin soberbia, porque entonces no se llega. Hay unos amores asequibles a toda alma, y concretamente a nosotros.

 

Primero, el amor de gratitud. Pues qué ¿no hemos recibido inmensos beneficios de Dios nuestro Señor? La Stma. Virgen en el primer instante de su Concepción recibió un cúmulo tal de gracia que la constituían por encima de todas las criaturas y a través de toda su vida. ¿Qué extraño es que el Señor se volcara en Ella con sus gracias?

 

Pero a nosotros nos dio la gracia bautismal y casi antes de tener uso de razón la derramamos inútilmente y perdimos la gracia. La recobramos en la Primera Comunión, y tantas veces después la hemos perdido y recobrado nuevamente. La Stma. Virgen no recibió perdón del pecado original ni de los pecados personales... Nosotros sí, tantas veces cuantas hemos pecado. ¿No es este un motivo de gratitud?

 

Estamos aquí, pero ¿a mí Señor, me has escogido? Sí, escogí a María, te escogí a ti. ¿Estaba ciego, Señor?  Sí, me cegaba el amor que te tenía, para que tú me ames. Todo esto está pidiendo amor de gratitud. Y este amor nos debe llevar al amor de compasión.

 

Yo no sé qué tiene la Pasión, que aun a los no creyentes les atrae le compadecen y les subyuga ver desfilar a Jesús paciente; les conmueve con amor de compasión, rudimentario, a su manera, pero amor de compasión.  ¿No tendremos nosotros amor de compasión a Jesús crucificado? Compadecer a Jesús paciente y sufrir con Él.

 

 Y no esto solo. Nuestro amor de compasión nos debe llevar a amar a Dios y tener compasión, como Jesús de las almas. "Me dan compasión estas gentes." ¡Cuántas personas que no conocen a Dios!, ¡cuántas despistadas del camino de salvación, están en camino de perdición! Podría deciros aquellas palabras de Jesús a Pilato: "Yo a esto he venido al mundo, a tener compasión de esas almas y a ayudarlas a salir de ese estado. A esto habéis sido llamados: a empeñaros en trabajar por la salvación de las almas y tener compasión por tantas almas como ofenden a Dios, y amor operativo   que se traduzca en obras.

 

Cierto es que Dios podía salvar a las almas por sí mismo pero también es que entra en los planes de Dios, que las almas sean salvadas por otras personas; más aún quiere verdaderamente que quienes ayuden con eficacia sean las almas consagradas a Dios. Primero el sacerdote, que tiene el poder de perdonar pero después las consagradas, que, sin ruido, en silencio, sin que nadie se entere, su amor virginal es bálsamo que convierte las almas.

 

Por esto, procurad un amor que se traduzca en obras, en realidades, ¡pobres almas que están como "ovejas sin pastor"! Necesitan un amor efectivo, real, de suerte que nuestra existencia se vaya consumiendo ·como una vela en holocausto de Dios y en beneficio de las almas; y así como una vela alumbra el Sagrario y a los fieles, así nuestra vida debe consumirse en ofrenda de Dios y de las almas. Así era el amor de la Virgen y este es el amor que debe tener una cruzada.

 

¿Quién se atreverá a sufrir sin amor?  ¡Con qué sencillez es la Virgen Maestra de amor!  Para que nosotros, sin aparato, tengamos esas clases de amor que tuvo la Stma. Virgen, y el primero, de gratitud, ya que son muchos los beneficios que hemos recibido.

 

Pidámoslo a la Stma. Virgen en este día, Pedidle que viváis este amor, que es la esencia de la vida que debe coronarse con el amor.  En la Comunión pedidle a Jesús que como la Esposa del Cantar de los Cantares, os ponga como un sello sobre vuestro corazón para que estando sellado no améis, no amemos a nadie y busquemos más que el amor de Dios. Las demás cosas son mentira; el amor eterno, permanente e indefectible es el amor a Dios y el amor  a las almas, que comienza  en la  tierra, para que  pueda  continuar  amando  en  el  cielo que  es eterno.

 

8/12/1954


"Vuestra misión es la misma que la de San Juan Bautista"

III Domingo de Adviento

La virtud en

san Juan Bautista

 

¿Qué sabemos de él? No muchas cosas, pero lo suficiente para hacer esta meditación. Vamos a considerar dos puntos:

 

Cómo era la virtud de San Juan Bautista por dentro.

 

     2º Cómo se manifiesta al exterior su virtud interior.

 

1º.- La virtud consiste en acomodar la voluntad humana a la divina. Santo Tomás y otros dicen que la virtud fundamental es la caridad, el amor de Dios, pero ved que como consecuencia práctica esa caridad, ese amor de Dios tiene que manifestarse en una aceptación de la voluntad de divina con todas las consecuencias.

 

Un amor de Dios que no cristaliza en esto sería una perfecta mentira, una parodia de virtud.

Por eso el santo Job tuvo una virtud tan grande, porque acomodó su voluntad a la de Dios en aquellas horas tan amargas que tuvo que pasar y algo semejante sucede con Abraham, primero abandona su tierra y su parentela, luego escoge esposa y el Señor le promete numerosa descendencia, le manda sacrificar al único hijo que tenía. ¿Por dónde vendrá a ser padre de un gran pueblo?

Además Dios pudo llevarse a Isaac con una enfermedad, pero no, ha de sacrificarle el mismo Abraham. Y Abraham se dispone a hacerlo sin reparar en nada.

 

Y en los últimos tiempos veamos a la Virgen Santísima, una cristalización de su virtud, de su amor a Dios. Ella no comprende el misterio de la Encarnación. Solamente se le dice que para Dios es posible todo. No comprende cómo. No importa. Acepta completamente la voluntad de Dios.

 

El mismo Jesucristo como cristalización del amor que tenía a su Eterno Padre dice: “No he venido a hacer mi voluntad, sino la tuya.” Y después en el huerto: “Hágase tu voluntad, no la mía.” Y en la Cruz: “Consumatum est, he cumplido tu voluntad.”

 

Ahí tenéis a San Juan Bautista cumpliendo esta consigna. ¿Y cuál era la voluntad de Dios? La voluntad de Dios sobre él era que preparase el bautismo de penitencia a aquellas gentes, a la sociedad de aquellos tiempos. Y para cumplirla deja a sus padres ancianos y se va al desierto. Era muy joven y ya llamaba la atención. Y consciente de la misión que Dios tenía sobre él, esperó.

 

Por dentro la virtud de San Juan Bautista es, sin género de duda, recia y al mismo tiempo delicada, abnegadísima, afectuosa para con Dios Nuestro Señor. Ella era el motor de toda la virtud que se manifestaba al exterior.

 

Cierto que nadie se ha ocupado de estudiar la vida interior de San Juan Bautista, pero no cabe duda que todo su exterior era reflejo del interior.

 

¿Cómo era su virtud interior? Por lo general, la virtud de los santos al exterior no es más que un pequeño reflejo del interior, porque si se manifestara al exterior pegaría fuego al mundo; no podría soportar su mirada. Gran vergüenza pasaba Santa Teresa cuando se le escapaba alguna de las manifestaciones de Dios en el alma. Manifestaciones al exterior hacen las menos que pueden y son a veces indiscreciones que Dios permite para que nos enteremos.

 

En nosotros al exterior también ha de salir algo, pero debe ser lo ordinario, lo extraordinario debe quedar dentro: “Vean los hombres las obras buenas”, es decir, lo ordinario. Un día en que estemos un poco más fervorosos hemos de saberlo guardar.

 

La virtud de los Santos por dentro es fundamentalmente la misma. En lo que la virtud tiene de amor de Dios, de abnegación, lleguemos hasta donde podamos, pero tan interior como sea posible. El Reino de Dios está dentro de vosotros. La virtud no consiste en ojos recogidos, manos entrelazadas, ojos en blanco… porque la virtud es patrimonio del alma y el alma está dentro.

 

La virtud de los Santos es fundamentalmente la misma. ¿En qué se diferencia la virtud de San Juan Bautista y la de San Luis? Más bien en las manifestaciones externas, en las aplicaciones a la vida práctica. Entonces, ¿Cómo se explica aquel exterior de San Juan Bautista que se viste de piel de camello, que come hierbas del desierto, aquella rigidez, aquella entereza de carácter que a todos induce a penitencia, haciéndola él primero?

 

San Juan Bautista había sido destinado a predicar con la palabra y el ejemplo a aquella sociedad lujuriosa, regalona, dada al lujo, a las apariencias y sobre todo a aquella sociedad atolondrada que no se había preocupado del Mesías y cuando los Magos preguntaban, ellos se quedan tranquilos en su casa.

 

El mismo Jesucristo lo dice: “¿Qué habéis salido a ver al desierto? ¿Una caña movida por el viento? No, a un hombre rígido, austero, penitente, que lo mismo dice la verdad a un soldado armado, al rey que a los súbditos. Juan Bautista cumplía su misión en aquella rigidez, en aquella soledad, en aquella penitencia.

 

Nosotros no haríamos bien en copiar a San Juan Bautista lo que en su virtud hay de ocasional, de accidental. Él tenía que, con el espíritu de Isaías, corregir los pecados de su pueblo.

 

¿Todos los Santos han hecho eso? No. Una misión fue la de San Juan Crisóstomo con la entereza de un gran orador, Obispo y Santo que defiende los derechos de la Iglesia. ¿Le destierra el Emperador? No importa.

 

Y San Agustín tiene en la Iglesia la gran misión de ser el teólogo de la gracia y para que él pudiera decir: “Ved, lo que ha hecho en mí.” Fue primero un pobre pecador náufrago de todos los mares, hundido en todos los pecados.

 

Y la misión de San Pablo era predicar el Evangelio a los gentiles. Y vuelca al exterior aquel interior lleno de virtud en forma de apostolado incansable y ardiente.

 

En estos tiempos un exterior como el de San Juan Bautista tal vez no cayera bien. En la Edad Media era eso admirable, esta sociedad no tolera estas cosas.

 

Habéis nacido en este siglo y en estas circunstancias con una misión adecuada a estos tiempos, por dentro una religiosa y al exterior, ¿Cómo ha de manifestarse la virtud de una Cruzada? No ha de ser huraña ni rara, sino atrayente de tal manera que haga a todos como asequible la virtud.

 

Muchas almas tienen hoy la misión de presentar al mundo la virtud asequible. Cuando el mundo se asegura que no es posible la castidad, almas consagradas a Dios pero cristianamente elegantes al exterior, le enseñarán pureza y modestia. En un mundo de soberbia y vanidad con avaricia de gastar más de lo que se puede porque nadie se acomoda a sus posibilidades, llevemos la pobreza con cierta dignidad. Seamos luz, levadura, sal de la tierra. La misión de los Institutos Seculares es ésta, vivir en medio del mundo sin ser del mundo para enseñarle que en el mundo podemos ser buenos, virtuosos.

 

En este siglo en que vivimos aquella rigidez, aquel “non licet”, sin más todo, aquello que es posible. Necesitamos hacer bien con guantes de seda, ser el contrario del erizo, para nosotros rigidez, penitencia, austeridad, para los demás sabernos hacer cargo de sus debilidades, no para transigir sino para hacerles el bien. No seríais buenas almas apóstoles, si no tenéis comprensión. En lo fundamental vuestra misión es la misma de San Juan Bautista; preparar los caminos del Señor pero por otros caminos. Pero no por vuestros caminos, a vuestra manera, sino como está en las Constituciones. Virtud atrayente, austeridad sí, pero para ti.

 

Recuerda que al comenzar la fundación dije a las primeras Cruzadas: “¡Que no se os vean defectos, faltas, los demás vean vuestras obras buenas, nada de lo que es raro, singular! ¡Si no lo tenemos, ni falta que nos hace!, pero si un día tenéis algo guardadlo todo lo que podáis, procurad que no se escape porque me daríais un disgusto y no agradaríais a Dios.”

 

Esta es la misión de los Institutos Seculares, hacer un apostolado acomodado a estos tiempos. Pidamos a la Santísima Virgen que a vosotras y a mí nos ayude a cumplir nuestra misión.

 

A.M.D.G.  et  B.V.M.

 

16 de Diciembre de 1.951

 

3er. Domingo de Adviento