“La intensa oración y el amor a la cruz, en una vida de pobreza y humildad, de total disponibilidad al servicio del prójimo, tienen su fuente íntima en el profundo espíritu eucarístico y en la piedad filial a la Virgen Inmaculada, inspiradora y modelo de la consagración total a Cristo y a la Iglesia”
(del Decreto de Alabanza)
Al abrir nuestras Constituciones el lector se encuentra con esta frase; “Cum spíritu, vive spiritu”, escrito de puño y letra por nuestro Fundador, nos recuerda que lo que conllevan las Constituciones es el espíritu y éste espíritu debe ser vivido.
Intentando imitar a Jesús, nuestro modelo de santidad, es hacer lo ordinario de manera extraordinariamente bien hecha. Virtud sólida, austeridad de vida constituyen la vida sencilla de entrega y amor de cada cruzada.
Esta vida en medio del mundo tiene su fuente de fuerza y ánimo en la Eucaristía de la cual cada cruzada es una amante, haciéndola el centro del día.
Además la cruzada siempre camina de la mano de la Virgen María, y por medio de Ella acerca a los demás a Jesús. Y por último, cada cruzada se caracteriza por el amor a la Iglesia y una estrecha pertenencia a la misma.