
HOY ES DÍA DE ADORACIÓN, DE GRACIA, DE AMOR.
1º-ADORACIÓN. – Dios, que no cabe en el mundo, está en la Hostia consagrada. Ante tan magnífico Sacramento inclinemos el cuerpo, doblemos la rodilla, ¡Venerémur cérnui! Este Dios inmenso que en el Pesebre se hizo Niño y en la Cruz Víctima, en la Hostia se hace pan, sirviendo de antídoto contra los pecados veniales y de preservativo a los mortales.
Las almas vírgenes tienen al Esposo, no a unos metros de su casa, sino en las mismas casas. Lo menos que podemos hacer es adorar a Nuestro Señor Jesucristo y darle gracias. Y como almas que nos gozamos de las glorias del Señor, cuando veamos al Amor por las calles, adorémosle.
El amor de una madre se comprueba en la fidelidad en el sufrimiento. Si pudiéramos dudar del amor de Jesucristo, no tendríamos que hacer otra cosa para disipar la duda que preguntar: Señor, ¿qué haces ahí? Y la respuesta sería: Estoy aquí por amor… ¡Veinte siglos de Sagrario! ¿Habéis contado las profanaciones? En veinte siglos ¡cuántas Hostias habrán sido tiradas al suelo! Y los mismos buenos… ¡qué de olvidos! Pero el Señor… no se ha marchado… El amor le trajo a la Eucaristía y el amor lo sostiene. Y si Él late de amor por nosotros, nosotros debemos latir de amor por Él al calor de la Eucaristía.
La Institución tiene como específico el amor a la Eucaristía. Yo simbolizaría este amor en un corazón con alas y con ansias de volar a la Eucaristía, para amarle y el alma en un volcán que fuera capaz de vivir de la savia eucarística.
Adoremos… agradezcamos… amemos al Señor de la Eucaristía…
2º.- GRACIAS.- ¿Por qué hemos de ser tan descorteses con el Señor que no le digamos: ¡Gracias, Señor! Te agradezco con mi pequeño entendimiento el don de la Eucaristía. Yo quiero que mi corazón corresponda a tanto favor.
3º.- AMOR.- Si vamos buscando el por qué del Evangelio, el por qué de la Cruz, el por qué de la Eucaristía, encontraremos siempre la misma respuesta: Porque nos amó, porque nos ama a pesar de nuestra ingratitud…
Sí, rindamos nuestro cuerpo y nuestra alma en tributo de adoración por los que no le aman, por los que le odian…
Pero esto sólo no basta. Es necesaria también la gratitud. “No os dejaré huérfanos”, dijo aquel Corazón que sabía que a la hora de consagrar su Cuerpo y Sangre se iban a cometer tantos pecados; y a pesar de eso, se quiso quedar con nosotros. “No os dejaré huérfanos”…
Esto, ¿no pide a gritos que le amemos con todo nuestro ser, que le demos gracias? A una persona que nos cede la acera o el asiento en el tranvía, le damos las gracias… ¡y con el Señor!... ¿seremos menos corteses, menos agradecidos?
Prometámosle hoy: ADORACIÓN, GRATITUD, AMOR…
CASA MADRE, 20 de junio de 1946
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