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"Nuestra" Inmaculada

¿Sabías que esta imagen fue diseñada por nuestro Fundador?

Y cada detalle tiene su significado.

Además, el maestro que se iba a encargar de ella enfermó, por lo que el Venerable Doroteo Hernández acompañó paso a paso su realización por parte del aprendiz.

El ángel le ofrece unas azucenas blancas, con lo que nos habla del amor por la PUREZA.

 

 «Bienaventurados los limpios de corazón

porque ellos verán a Dios»

 

El Venerable Doroteo Hernández nos anima a vivir esa pureza, para nuestro bien y el de los demás:

 

“La perfección del apóstol debe consistir fundamentalmente en hacer extraordinariamente bien las acciones ordinarias; como consecuencia gran pureza y rectitud de intención.” (Espigando, 339)

 

“Sé angelical en la pureza. Que cuando las almas se acerquen a ti vean que no está todo corrompido y se atrevan a dar pasos y pasos por este camino de la pureza.” (Espigando, 556)

 

“El que ha de ser enfermero y el que ha de ser médico, es conveniente que tenga buena salud. Con manos puras, con corazón puro, estarás en condiciones óptimas de hacer mucho bien en medio de este mundo.” (Espigando, 557)


Las imágenes de la Inmaculada suele tener la mirada hacia el cielo.

Sien embargo, la "nuestra", nos mira a nosotros.

"Vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos"

 

¿Le regalamos hoy una Salva a la Virgen?

Dios te salve, Reina y Madre de misericordia,

vida, dulzura y esperanza nuestra;

Dios te salve.

A Ti clamamos los desterrados hijos de Eva;

a Ti suspiramos, gimiendo y llorando,

en este valle de lágrimas.

Ea, pues, Señora, abogada nuestra,

vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos,

y después de este destierro muéstranos a Jesús,

fruto bendito de tu vientre.

¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María!

D: Ruega por nosotros Santa Madre de Dios.

T: Para que seamos dignos de alcanzar

las promesas de nuestro Señor Jesucristo. Amén


Vamos a empezar con los detalles de la iconografía comunes a todas las representaciones de la Inmaculada Concepción, dogma proclamado por el Papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854.

 

LA LUNA se sitúa a los pies de la imagen de la Virgen recordando a la mujer del Apocalipsis, signo de María y de la propia Iglesia: «Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas» (Ap. 12, 1).

 

También a la Virgen se aplica lo que dice el Cantar de los Cantares: «Hermosa como la luna y limpia como el sol» ( 4, 12). La luna y el sol, en el lenguaje simbólico indican la unión entre el cielo y la tierra. Es representación del Universo material creado.

 

La Virgen María, MADRE y MODELO de los apóstoles.

“La es mucha,

Los trabadores pocos.”

 (Mt. 9, 37)

 

Como nos decía San Juan Pablo II: «Al meditar la Sagrada Escritura vemos con nitidez que la Virgen María fue la primera persona en ser evangelizada. Y muy pronto se convirtió en la primera evangelizadora, después de Jesús, quien es "el primer y el más grande evangelizador", que ya la venía evangelizando a Ella».

 

Es nuestra ESPERANZA en el apostolado

“La Virgen es nuestra esperanza. Cuando nos encontremos un alma difícil, que resiste a la gracia, no desesperemos. Cuando en el apostolado veamos caer, tropezar de nuevo y la tentación nos diga: “¡No sacamos nada!”; cuando la naturaleza nos induzca a desesperar de la salvación de un alma, la gracia nos dice que acudamos a la Virgen como esperanza.”

(Espigando, 145)


En la iconografía, la mano sobre el pecho nos habla de SINCERIDAD Y ACDEPTACIÓN.

«He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» Lc. 1, 38

 

Los Padres de la iglesia afirmaban que María concibió no sólo físicamente a Jesús en su cuerpo, sino también en su espíritu y en su corazón. “concibió antes en su corazón que en su seno”.

 

Este gesto nos sugiere también la intimidad con Dios, la oración.

 

«María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.» Lc. 2, 19

 

Y esto es algo en lo que todos la podemos imitar, fortaleciendo nuestra vida de oración.


Continuamos con la mujer del Apocalipsis:

“… y una corona de 12 estrellas sobre su cabeza”.

 

Durante el siglo XVI se perfila uno de los modelos que luego se asociará a la Inmaculada Concepción, el de la Tota pulchra, María rodeada de los símbolos de la letanía lauretana siendo coronada por Dios Padre o por la Trinidad.

A esta imagen se le asociará también la imagen de la mujer del apocalipsis: <<Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida de sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas en su cabeza>>.

De la fusión de estas imágenes surge el modelo de la Inmaculada que más trascendencia va a tener hasta la actualidad.

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¿Sabes por qué la bandera de la Unión Europea lleva este mismo símbolo?

 

Sí, la bandera de la Unión Europea (UE), establecida por el Tratado de Maastricht en la década de 1990, tiene doce estrellas doradas que forman un círculo sobre un fondo azul.

Esa bandera, que aparece en la cara de todos los billetes de euro, y las estrellas en todas las monedas, la creó el diseñador francés católico Arsène Heitz, que ganó el concurso para escoger el mejor símbolo de la Unión Europea. Heitz dijo que se había inspirado en la Medalla Milagrosa, que llevaba colgada al cuello.

El simbolismo de la bandera es una clara alusión a la devoción mariana, que atribuye a Nuestra Señora el pasaje del inicio del capítulo 12 del Apocalipsis: “Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas”.

El presidente del jurado era un juez belga que se había convertido al catolicismo y fue bastante sensible al número 12, que en la simbología bíblica representa la perfección: doce tribus de Israel, doce apóstoles, doce meses del año, etcétera.

Descubrimos la insignia del instituto bajo el mando de la Virgen.

“Sub tuum presídium”

 

¿Sabes que esa es la oración a la Virgen más antigua después del Ave María?

 

No nos hagamos ilusiones, este mundo está lleno de necesidad de amparo. Solo Dios se basta a sí mismo. Las criaturas, necesitamos unas de otras y todas de todos. Si miramos a nuestras necesidades espirituales y materiales, son muchas, pero… ¿Cómo han podido organizar estas criaturas sin amparo de nadie, más que de Dios, como han podido organizar todo lo que lleva consigo esta vida complicada? Son muchas las necesidades que tenemos, espirituales y temporales. Necesitamos de la gracia de Dios para perseverar en el bien. El corazón es tan tornadizo, hace propósitos generosos, decididos, heroicos, y cuando más parece que va a hacer, es mayor la tentación de dejarlo todo y surge la dificultad.

Y esto hablando en el terreno de la gracia ¿y en el terreno del apostolado? ¡Qué necesidad tenemos de amparo! En las Constituciones hay una frase: “hacer de la Santísima Virgen el objeto de su amor y su esperanza en el apostolado.” A las plantas de la Virgen pidamos gracia para las almas a evangelizar.

Es decir, tenemos necesidad del amparo de la Santísima Virgen, por eso la Santa Iglesia ha puesto esta oración en los labios de todos los cristianos y en los nuestros, y si hemos de creer que esta oración ha hecho algún prodigio si no nos atrevemos a llamarlo milagro esta oración repetida en la Institución desde los primeros momentos y que debe ser rezada a través de los tiempos, no sea una oración más, sino una oración salida del corazón, de un alma que está convencida del amparo, de la ayuda de la santísima virgen. “Bajo tu amparo nos acogemos…” No yo, sino nosotros, todos. Así como los cristianos deben rezar el Padre Nuestro y pedir para todos, pues también entre vosotras debe existir esa caridad fraterna.

El Señor haga que repitamos con gran devoción y penetrando el sentido de esa oración tan hermosa, que es de la Iglesia y que hemos hecho nuestra. ¡Hermosa oración! Pidamos muchas veces y ahora comencemos por decírselo con todo fervor, ¡con toda el alma!

 

Venerable Doroteo Hernández

Valencia, 30/07/1956


Esta imagen de la Inmaculada nos ofrece su mano.

 

«Muéstrate Madre

y llegue por ti nuestra Esperanza»

(Lope de Vega)

 

En iconografía, la mano abierta, vuelta hacia el exterior, nos indica disponibilidad.

 

Pudiera parecer que incluso el brazo izquierdo es "demasiado" largo, comparado con las proporciones del resto de la imagen. Pero esto, también nos quiere decir algo, ¿no crees?

 

  • ¿Cómo respondemos a esta invitación?
  • ¿Nos "agarramos" a la Virgen?

El Venerable Doroteo Hernández nos recomendaba que la Virgen fuera "objeto de nuestro amor y esperanza en el apostolado". (3ª Base)


Vemos a la Virgen pisando la cabeza de la serpiente.

Simboliza el pecado original cometido por Eva, sobre el que triunfa María.

 

«Pongo hostilidad entre ti y la mujer,

entre tu descendencia y su descendencia;

esta te aplastará la cabeza

cuando tú la hieras en el talón». (Gn. 3,15)

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Traemos aquí esas palabras de Juan Pablo II sobre La Inmaculada Concepción:

 

Además del relato lucano de la Anunciación, la Tradición y el Magisterio han considerado el así llamado Protoevangelio (Gn 3, 15) como una fuente escriturística de la verdad de la Inmaculada Concepción de María. Ese texto, a partir de la antigua versión latina: «Ella te aplastara la cabeza», ha inspirado muchas representaciones de la Inmaculada que aplasta la serpiente bajo sus pies.

 

Esta traducción no corresponde al texto hebraico, en el que quien pisa la cabeza de la serpiente no es la mujer, sino su linaje, su descendiente. Ese texto por consiguiente, no atribuye a María sino a su Hijo la victoria sobre Satanás. Sin embargo, dado que la concepción bíblica establece una profunda solidaridad entre el progenitor y la descendencia, es coherente con el sentido original del pasaje la representación de la Inmaculada que aplasta a la serpiente, no por virtud propia sino de la gracia del Hijo.

 

En el mismo texto bíblico, además se proclama la enemistad entre la mujer y su linaje, por una parte, y la serpiente y su descendencia, por otra. Se trata de una hostilidad expresamente establecida por Dios, que cobra un relieve singular si consideramos la cuestión de la santidad personal de la Virgen. Para ser la enemiga irreconciliable de la serpiente y de su linaje, María debía estar exenta de todo dominio del pecado. Y esto desde el primer momento de su existencia.

 

La absoluta enemistad puesta por Dios entre la mujer y el demonio exige, por tanto, en María la Inmaculada Concepción, es decir, una ausencia total de pecado, ya desde el inicio de su vida. El Hijo de María obtuvo la victoria definitiva sobre Satanás e hizo beneficiaria anticipadamente a su Madre, preservándola del pecado. Como consecuencia, el Hijo le concedió el poder de resistir al demonio, realizando así en el misterio de la Inmaculada Concepción el más notable efecto de su obra redentora.


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