· 

Esta es la meta (Ascensión del Señor)

Contemplemos a Jesús en el Monte Olivete, momentos antes de la Ascensión, con sus Apóstoles  y entre ellos, la Santísima Virgen, Reina de los Apóstoles.

 

Pidamos a la Santísima Virgen que contempló la subida del Señor que, a ejemplo suyo,  subamos de día en día y de virtud en virtud hasta la perfección.

 

He visto que de las palabras que dirige Jesús a los Apóstoles en este pasaje, podemos deducir normas claras y seguras, de cómo debemos ser   o mejor dicho, cuál deber ser el objeto de nuestra vida.

 

1º Atender a Jesús: es la primera condición.

2º Atender a su propia alma: Permaneced en Jerusalén hasta que venga el Espíritu Santo”.

3º Atender a las almas: “Id y predicad  por  todo el mundo”. 

 

  

1º Atender a Jesús.

 

Jesús  lleva consigo a los Apóstoles hacia el Monte, para que presencien su Ascensión. Es la primera condición de toda alma selecta: contemplar al Señor, estudiarlo…y no se nos ocurra pensar  que esto es solo para las almas exclusivamente contemplativas, porque es allí donde Jesús más se manifiesta y da sus gracias. Dios al alma apóstol le da para ella, lo suyo, tanto como a la selecta, que directamente no se ocupa más que de ella, más lo de las otras.

 

2º Atender a su propia alma.   

 

Consideremos a Jesús que va camino del Monte. Acompañémoslo  por aquellas calles de Jerusalén en que tiempo atrás había sido el espectáculo  de las gentes -¿qué pensaría Jesús al atravesarlas ahora?- Apenas tenemos nada de esta conversación… Es verdad que nos quedó aquella de la última Cena antes de morir…pero ahora en que se va definitivamente para no volverlos a ver hasta el cielo, ¡qué cosas les diría tan interesantes!

 

Solamente nos dice el Evangelio que “les instruyó sobre muchas cosas”. Largo tuvo que ser el discurso, supuesta la distancia, y el lenguaje oriental  lleno de metáforas, de comparaciones… Imaginémonos cómo iría con los Apóstoles y la Santísima Virgen, las paradas que haría, la atención extraordinaria con que éstos escucharían sus palabras… En las que conocemos hay dos rasgos de mano maestra: uno de Padre bueno; el otro de Redentor.

 

Rasgo de paternidad: “No os disolváis. Permaneced en Jerusalén hasta que venga el Espíritu Santo”.

 

¡Qué cuidado tiene Jesús con los Apóstoles y cómo sabía que estando juntos la virtud es más fácil, más llevadera! No os disolváis. La vida de comunidad es más difícil por la desigualdad de temperamentos, de genios, pero tiene muchas ventajas en cambio. ¡Pobre del alma sola! ¡Corre peligro!... 

 

Y un rasgo de Redentor. Después, no siempre en Jerusalén. Cuando haya venido el Consolador, “Id  y predicad por todo el mundo”. A todos; ya sean escitas, griegos o romanos…sin distinción de colores ni de nacionalidad: “Id por todo el mundo”.

 

Tratemos de representarnos cómo se quedaron los Apóstoles después de esto, al verlo subir.

 

Esta es la oración de consideración, de la que otras veces os he hablado… y que debéis hacer alguna que otra vez.  

 

Hay quien cree que no hace meditación si no es revolviéndose, yendo a la caza del pecado… Esto desde luego es necesario pero en determinados días festivos, y cuando el corazón lo pida, hagamos oración de consideración, que no es romántica, ya sacaremos alguna consideración práctica; os lo aseguro.

 

Fijémonos si no, en lo que hacemos aquí abajo con las personas que amamos. ¿No nos gozamos con sus triunfos?, ¿No participamos de sus éxitos? Verdad que no estamos siempre por mucho que la hayamos ofendido: Perdóname  que te hice esto o lo otro…

 

¿Por qué no gozarnos hoy con Cristo que sube al cielo triunfante y glorioso y decirle por ejemplo: Señor, me alegro de tu triunfo, porque lo ganaste,  me alegro de que subas hasta el Cielo, Tú que te humillaste en el pesebre. Me alegro que seas coronado por el Padre Tú que fuiste escupido… Me alegro contigo ahora que gozas…

 

Jesús sube al Cielo por su propia virtud desde el pesebre, poco a poco... Nosotros subiremos no por nuestra propia virtud, sino por la escala de Jacob, por medio de trabajos y de cruces. ¿Verdad que cuesta subir a un quinto piso? Pues al Cielo, ¿no nos va a costar? Pero también para subir necesitamos virtud, virtudes; no creamos que ya lo hemos hecho todo con no tener pecados; no podemos conformarnos con eso, indudablemente que quitar pecados es esencial para subir, eso prepara el aparato, la hélice y las alas, pero la esencia imprescindible son las virtudes. 

 

Os decía que no basta ser buenos y virtuosos, sino todo lo bueno y virtuosos que Dios quiere que seamos. ¿Por qué yo voy a rendir como dos, si Dios me dio  para que rinda como siete?

 

El secreto de adelantar en la perfección y de llegar hasta donde Dios quiera que lleguemos, está en corresponder cada día a cada gracia. ¿Dónde estaríamos a estas horas si hubiéramos correspondido a todas las gracias?  

 

Decía San Ignacio: qué sé yo a dónde podría llegar si correspondiese, si hiciese todo lo que puedo.

 

Ni San Ignacio, ni San Francisco, ni tantos otros, han recibido tanto o más que nosotros. Recordemos sino nuestra niñez; apenas teníamos razón y ya queríamos algo, aunque quizá haya tardado en cristalizar ¡Cuántas gracias!

 

Lo que pasó con aquellas gracias es que jugamos con ellas a las canicas, y las perdimos, mientras que los santos  las aprovecharon. Lo peor de todo es que quizá seguimos jugando con las gracias. Si así fuere, ¡temamos! Dios no tiene obligación  de darnos gracias indefinidamente…

 

Pensemos que Jesús, que dejó el cielo por nosotros, sube ahora para “prepararnos morada”; desde antes de nacer tenemos preparado sitio: ¿estamos ahora en disposición de ocuparlo?

 

3º Atender a las almas.

 

Hemos hablado tanto de esto que al repetíroslo una vez más diréis que tengo monomanía de las almas; pero es que yo quisiera con ciencia infusa, que os dierais cuenta de lo importante que es tener un alma entre las manos y que se la lleve el diablo.

 

Esa alma como todas, había sido rescatada con la sangre de Cristo y tenía un lugar preparado en el cielo, y quién sabe si en ese sitio vacío para toda la eternidad, no pondrá Jesús un interrogante: está vacío, pero… ¿por culpa de quién fue? Me asusta la enorme responsabilidad de que un alma se haya dejado de salvar por mi…

 

El Evangelio nos dice el premio que tendrá el que salve un alma y nos oculta en cambio, excepto en lo que se refiere a los escandalosos, el castigo reservado para el que deja perderla, porque no cabe duda que ha de tener castigo y no pequeño.

 

Nosotros no podemos hacer eso, es tanta la necesidad que es imposible no acudir a remediarla en la medida de nuestras fuerzas. Esto me decía una de las cruzadas que tuvo el honor de asistir una de esas noches: “No me extraña que ustedes los sacerdotes estén preocupados con este problema, realmente es desolador”.

 

¿Hay en la Obra la abnegación necesaria  para las almas? ¿Hacéis por ellas todo lo que podéis? Si es así, nada. Si no, estáis a tiempo de enmendaros. No os duela tratándose de esto, ni aun dejar la meditación. Por un interés terreno, no, pero ¡por las almas! Dejar a Dios, por Dios, no es pecado.

 

Resumiendo: Un buen cristiano tiene que contemplar a Jesús. Atender a su propio perfeccionamiento correspondiendo cada día a la gracia; y ser apóstol preocupándose de las almas. 

 

Mayo 1940

Escribir comentario

Comentarios: 0